El aceite esencial de anís tiene una larga e interesante historia. El rey Eduardo IV lo utilizaba para perfumar su ropa y Plinio el Viejo (autor de la primera enciclopedia) afirmaba que evitaba los malos sueños. Se utilizaba para ayudar a financiar las reparaciones del Puente de Londres y para dar sabor a los alimentos en la Edad Media. Actualmente, se utiliza como agente aromatizante para licores y enjuagues bucales naturales.
El aceite de anís es fino y claro, y se extrae mediante destilación al vapor del fruto seco del anís (o Pimpinella Anisum, como se conoce botánicamente). Se cultiva en Egipto desde hace más de 4.000 años. Pertenece a la familia del perejil y tiene el sabor del regaliz negro: rico, dulce y ligeramente picante. Por ello, combina bien con notas herbáceas y punzantes como la salvia sclarea, el cedro, la lavanda y la bergamota.
El aceite tiene muchos beneficios terapéuticos. Se dice que ayuda en casos de bronquitis, artritis, reumatismo, indigestión y problemas respiratorios. El anís es un conocido carminativo y expectorante. Por ejemplo, puedes mezclar 5 gotas de aceite esencial de anís con aceite de almendras y frotarte el estómago para los calambres, o el cuello para los estornudos y la tos ferina. No obstante, se desaconseja su consumo en dosis elevadas o excesivas, ya que puede ser un narcótico fuerte.
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